MUNDOS ÉTICOS: 25 SIGLOS

Por Iñaki Urdanibia

Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre el hombre, ese extraño animal capaz de lo mejor y de lo peor, del mismo modo que no poco se ha escrito sobre la filosofía, en sus diferentes ramas. En la presente ocasión se publica, en Acantilado, una obra de Volker Spierking (Fráncfort del Meno, 1947): «”Nada es más asombroso que el hombre”. Una historia de la ética desde Sócrates hasta Adorno»; una obra clarificadora del autor que anteriormente había visto publicarse una lograda obra sobre Schopenhauer, en Herder. El término ética procede del griego (ethos) cuyo significado era la morada, el carácter, la esencia, la costumbre, lo último es lo que avecina el término con moral (del latín: mos, moris = costumbre), y la confusión entre ambas que lleva a emplear los términos de manera indistinta. No entraré en este tipo de disquisiciones, tampoco lo hace el autor del libro que comento, aunque a lo largo de las páginas del libro, no teoriza o delimita ambas sino que practica, de hecho algunas de las reflexiones claves que se han dado a lo largo de la historia acerca de el bien y el mal (moral) que propone el comportamiento recomendable, y la reflexión sobre ello que se ha plasmado en las diferentes visiones éticas, que han tratado de interpretar la vida de los humanos y su comportamiento, y de proponer diferentes concepciones acerca del ser humano, de su maldad o bondad naturales, lo que hace que el campo de la reflexión ética haya ido unida a las diferentes concepciones metafísicas, y epistemológicas, de las que se parte, si bien con el paso del tiempo estos supuestos fundamentos se han debilitado hasta prácticamente desaparecer, como así se puede constatar al paso de las páginas del libro y de lo diferentes pensadores visitados (empezando por el mito y el logos y la sofística, para continuar con Sócrates, Platón, Aristóteles, Lucio Anneo Séneca, Agustín de Hipona, David Hume, Immanuel Kant, Georg Wilheim Friedrich Hegel, Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche y Theodor W, Adorno).

El subtítulo puede resultar engañoso, aunque el una inicial ya indica que no es la intención del filósofo alemán dar una visión exhaustiva y totalizadora; es decir, que el artículo deja la puerta abierta a interpretar que podría haber sido otra, basándose en otros autores, que de uno u otro modo han dedicado sus reflexiones al tema. Diré, en este orden de cosas, que los filósofos elegidos son sin lugar a dudas representativos, lo que no quita para que servidor (es cosa mía) eche en falta quizá una mayor atención a las escuelas postaristotélicas, del helenismo como los cínicos o los epicúreos, por ejemplo. Séneca y por extensión el estoicismo es visitado…pero bueno. Dar cabida a Spinoza y las afecciones y de las potencialidades del cuerpo, o del utilitarismo de Bentham o John-Stuart Mill, o el pragmatismo de Hilary Putnam o la ética educacional de John Dewey no hubiesen estado de más, pero cada cual tiene sus preferencias, y tampoco se puede abarcar todo (bastante se cubre en las casi quinientas páginas del volumen); dicho lo cual, cierto es que son todos los que están, y bien se lo merecen. Digo esto último teniendo en cuenta que, por señalarlo de manera un tanto pedagógica y como tal esquemática, que si los denominados presocráticos centraban su murada, fundamentalmente en la fisis (naturaleza) y en su arhhé (fundamento), y más adelante en la polis (ciudad-Estado), la ampliación de los límites a la cosmópolis supuso cierto baño de humildad y repliegue hacia la esfera ética, de cómo alcanzar la felicidad, y el modo de lograrlo por medio de una vida buena. Otra cuestión que sale a la palestra es que la exposición de los filósofos presentados no se limita al terreno de la ética, sino que se amplía a sus filosofías respectivas en general y a la deuda que inevitablemente tiene cada una de ellas con el contexto de su tiempo. Esto último no se tome como defecto, sino que a mi modo de ver es uno de los valores, añadidos, del volumen. No está de más añadir, otra cuestión que no es baladí, y se trata de que Spierling no entrega unos caminos cerrados, ni acerca de los que tome partido abiertamente, sino que deja la puerta abierta a un par de cuestiones de importancia: la decisión de los lectores que se hallan ante las diferentes opciones, y la adopción de los presupuestos que le resulten más aceptable y válidos para él y para el hoy que vivimos, lo que supondría el segundo de los valores añadidos. Precisamente, y como si se tratara de un muestrario, Spierling añade un Apéndice de una treintena de páginas en las que resume las posturas de los filósofos presentados con lo que se puede optar por comenzar por donde se considere de mayor interés para el que se acerque a la obra, lo que supone que se puede, no diré se debe, alterar el orden de lectura, o hasta evitar algunos de los pasos transitados, si bien esta última opción, de rompe y rasga, no parece desde luego lo más recomendable; y lo digo ya que no siendo la reflexión filosófica un pretendido saber acumulativo, sí que resulta de innegable interés el visitar los diferentes momentos en que se ubican los pensadores presentados para observar las diferentes problemáticas de época a la que responden sus posicionamientos, por cierto, los diferentes autores van precedidos por algunas pinceladas que presentan las épocas y las problemáticas propias de cada una de ellas.

No es una osadía, ni un rizar el rizo, mantener que a lo largo del libro asistimos a un rastreo, no respuestas, a las cuatro preguntas kantianas: qué podemos conocer, qué debemos hacer, qué nos cabe esperar, qué es el hombre… y en la persecución de la bondad, lo vemos en quienes centran el comportamiento ideal en la búsqueda de la verdad, en la guía de lo Bello, lo Verdadero y lo Justo, en una ética eudemonista, de la virtud, en ajustarse a la ley universal, en el cumplimiento del deber, también una ética deontológica con la ayuda de la fe, la reivindicación de la autonomía frente a la heteronomía, el plegarse a la razón y al logro de la libertad, el emotivismo, la mera descripción del comportamiento ético centrando lo ideal en la compasión, y ciertas tendencias disolventes de los límites de la verdad, finalizando con la propuesta de una responsabilidad que incluya el compromiso con las víctimas después de Auschwitz… y siguiendo a Volker Spierling navegamos por ciertos intentos de hallar los puentes o los pasadizos, entre el ser y el deber ser, entre lo descriptivo y lo prescriptivo, entre el conocimiento y el comportamiento… en este archipiélago constituido por las diferentes islas del quehacer humano.

Concluiré, aun a riesgo de enfatizar en exceso, que el libro, que nada tiene que ver con las monsergas y jaculatorias propias de la auto-ayuda y similares, es de gran interés ya que combina el rigor con la exposición clara y distinta, por hablar en cartesiano, lo que hace que pueda ser leído sin mayor esfuerzo por cualquiera que esté interesado por el tema.

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