CONTRA LA DOMESTICACIÓN

Por Iñaki Urdanibia

Leído el título del libro que traigo a este artículo, me vinieron a la cabeza unos cuantas obras de título, y supuesto tema, parecido: «Résister en politique, résister en philosophie avec Arendt, Castoriadis et Ivekovic» de Marie-Claire Caloz-Tschopp (La Dispute), «Résistances philospphiques» de Véronique Bergen (PUF), o «De la resitencia. Una filosofía del desafío» de Howard Caygill, editado por Armaenia, y dejo de lado otras obras de títulos que indican una orientación similar, filosofías del no (decía el filósofo francés Alain que pensar es decir no); y es que el título del libro de Carlos Javier González Serrano, editado por Destino, lleva por título: «Una filosofía de la resistencia. Pensar y actuar contra la manipulación emocional», lo que conduce a la asociación indicada.

El libro, no obstante, no coincide ni el enfoque, ni el terreno que pisa con las obras mentadas con anterioridad, ya que éstas se centran de manera clara y neta, fundamentalmente, en el terreno de lo político, mientras que la obra de González Serrano tiene como centro la importancia de lo pedagógico en la formación de sujetos autónomos que huyan de la obediencia a los cantos de sirena de los poderes, que sea capaces de romper los grilletes que le encadenan a la servidumbre o al rebaño sumiso y obediente.

Desde Friedrich Nietzsche a Gilles Deleuze, y si se me apura, a su manera, hasta Michel Onfray o Peter Sloterdijk, hay una corriente en el pensar que hace buena la afirmación del primero, señalando que el objetivo de la filosofía es dañar la estupidez, o dicho de otra manera, resistir a los clichés y a los procesos de domesticación.

En este orden de cosas, nadie, al menos en mi opinión, estará en contra de las posturas que va desgranando el autor del libro que comento, en dirección a, en el proceso educativo, crear seres autónomos, que piensen y decidan por sí mismos, que sean capaces de hacer suya la prescripción de Kant: sapere aude!, incidiendo el autor en los males o peligros que acechan y que se tratan de imponer desde el karaoke dominante…cierto es que cualquier BO ya sea del Estado como de las Autonomías, que se precie, habla de la educación como sistema que ha de formar personas autónomas, y otras lindezas, que al fin y a la postre se quedan en mero papel mojado para lucir los boletines señalados, ya que posteriormente los colores o propuestas que se tratan de imponer van por otros derroteros completamente ajenos al objetivo nombrado.

Entre las vías propuestas que el autor del libro señala, como dignas de ser combatidas, están las tendencias a reducir las cuestiones esenciales al privatismo, así lo llama, que pretende que la responsabilidad acerca de la formación, y demás, recaiga sobre el individuo, ajeno a cualquier visión colectiva, con la invitación de que cada cual sea empresario de sí mismo (me vienen a la mente las posturas señaladas con tino por Byung-Chul Han) en una constante lucha de sálvese quien pueda en una dinámica plenamente competitiva, señalando que el autoconocimiento, la autoayuda y otras zarandajas -auto, o coaching son el apoyo fundamental para el éxito individual. Coplas, las nombradas, que formatean a quienes reciben los mensajes y los contenidos en un proceso educativo enfocado más que nada al pretendido ascenso personal, en especial en lo que hace a los intereses empresariales… Recuerdo haber leído hace años que el tipo de formación que se iba implantando pretendía crear zoquetes para la producción: es decir empleados, con un barniz en todos los quehaceres necesarios, y que estuviesen dispuestos a obedecer más que a pensar, lo que podría suponer, esto último, discrepar o rebelarse ante la cadena de mando, y de producción.

El acento es puesto, como queda señalado, en el campo educativo y más en concreto en lo que él denomina emotiocracia (la dictadura de las emociones propia de de la sociedad de consumo), que se impone con las contantes llamadas a consumir, a poseer más que a ser, por usar la distinción de Erich Fromm. Este bombardeo permanente, guiado por los correspondientes algoritmos, moldea los deseos y las emociones del personal, lo que está lejos de subrayar la consecución de seres responsables, autónomos, independientes como humus de una ciudadanía cabal; lejos de las tendencias individualizadoras, que se muestran ajenas al carácter colectivo, ergo ciudadano, Carlos Javier González Serrano enfatiza en la importancia de la educación como camino hacia la formación de ciudadanos empapados en el humanismo y en las humanidades frente a la invasión monopolizadora de las nuevas tecnologías y la primacía de la ciencia, como nueva religión, poniendo el acento para ello en la importancia de que en las aulas fluya la pasión, la pasión por aprender y por enseñar, en un proceso, bidireccional, que interrelacione ambos polos: el del educador y el educando. Entre las numerosas referencias a las que recurre el autor, que quedan claramente señaladas en la amplia bibliografía final y salpicadas a lo largo de las páginas del volumen, podrían destacarse, entre otras, las guías de Etienne de la Boétie, Henri-David Thoreau, Hannah Arendt o Simone Weil, por no alargarme.

No quisiera concluir sin referirme al retrato un tanto desfigurado que en las páginas 167 y 168 se ofrece de las posturas de Michel Foucault sobre las relaciones entre saber/poder; en él se relaciona al de Poitier con su visión del poder centrado en el Estado, cuando precisamente el autor de Vigilar y castigar, incidía de manera absoluta en el carácter bifronte del poder (nada que ver con el Estado, ni con la figura de éste, como un sujeto situado en un arriba decisorio e impositivo…), de los poderes podría decirse con mayor precisión, negando el carácter meramente negativo y opresor y dando paso a señalar el carácter productivo del Poder (con y si mayúsculas), que se filtraba en una microfísica estudiada por el pensador francés, que entregó numerosas páginas a desvelar las tecnologías del yo, como formas de crear subjetividades, de domesticar… a través de saberes, técnicas, instituciones y posturas que suponían y suponen un continuo con las relaciones de poder, biopolíticas… alcanzando no solamente a las mentes sino también a los mismos cuerpos.

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