FILOSOFAR, LEJOS DEL TONO «GRAN SEÑOR»

Por Iñaki Urdanibia

«Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar, ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la salud del alma, nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven»

                                                         Epicuro, Carta a Meneceo

No coincidía Hegel con el del Jardín, pues señalaba que la lechuza de Minerva emprende el vuelo al anochecer, o nada digamos de Aristóteles, quien en su Retórica, venía a generalizar la ineludible necesidad de la filosofía, afirmando, y lo digo de memoria, que si se filosofa porque se filosofa, si no se filosofa para explicar por qué no se filosofa, el caso es que siempre se filosofa.

Con respecto a la filosofía uno se podría sentir tentado a definirla como aquella disciplina que tiene como objeto definir, precisamente, cuál es con exactitud su objeto, y lo digo ya que los intentos por definirla, por elogiarla o por introducirnos en ella pueblan los anaqueles de las librerías y/o bibliotecas: solamente ciñéndonos a célebres filósofos, se puede ver que no pocos se han empeñado en definirla o similares: ahí están Martín Heidegger, Karl Jaspers, José Ortega y Gasset, Maurice Merleau-Ponty, Jean-François Lyotard, Alain Badiou o, por no engordar la lista, Gilles Deleuze y Félix Guattari.

Muchas de las obras introductorias, manuales, diccionarios han solido centrarse en el panteón de los filósofos a lo largo de la historia*, manteniendo algunos que la filosofía es un metasaber que engloba todos los demás, ¡por Atenea!, mientras que otro lugar común suele ser el de que no se aprende filosofía sino que se aprende a filosofar. Más allá de la definición etimológica (filos + sophia= amor a la sabiduría) o del papel otorgado, en especial, en el helenismo definiéndola como la búsqueda de la felicidad; el paso del tiempo y el desarrollo del conocimiento y de nuevas disciplinas ha supuesto que la filosofía se parcialice, se particularice, dedicándose unos a la ciencia, otros al lenguaje, los de más allá a la música, o a la religión, la política, la estética… u todavía otros, a una de las ramas particulares de dicha disciplina: la ética, la epistemología, la metafísica, la estética, etc., etc., etc. Siempre queda el consuelo de aceptar tal cual las definiciones ofrecidas por la RAE o similares: «Conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano»; o «La filosofía es, según su etimología, el amor a la sabiduría (viene del griego filos: amor y sophia: sabiduría). Es el estudio de problemáticas diversas como son el conocimiento, la mente, la consciencia, la ética, el lenguaje, la biología…»

Entre las obras que han tratado de poner al alcance de no-filósofos (o no duchos en el asunto), dos me vienen a la mente: por una parte, Louis Althusser, publicó allá por 1975, su Iniciación a la filosofía para no filósofos, que la verdad sea dicha era una introducción a su pensamiento por medio de sus conceptos clave (producción, ideología, praxis, ciencia, religión); la otra, debida al genetista Albert Jacquard, data de 1997: Petite philosophie à l´usage des non-philosophes, que era un repaso de la A a la Z, de asuntos filosóficos y ajenos a ellos, aunque con la mirada propia de: y así se podía ver sus pinceladas sobre el Otro, la Demografía, la Ética, Hitler, el Origen… Ahora, con título semejante se publica, en Herder, una obra singular de Fiedhelm Moser (1954-1999): «Pequeña filosofía para no filósofos» en la que el desenfadado autor a través de 21 textos breves presenta algunas de las cuestiones que han solido ser abordadas por la filosofía, también por el pensamiento ligado a la vida, avanzando más por las indicaciones de la filosofía mundana que por la académica, por recurrir a la distinción kantiana, si bien esta última, la académica, también halla su amplio hueco.

Tras un Prólogo en el que el autor confiesa su acercamiento e interés por la filosofía, aspecto que planeará a lo largo del libro, entramos en los veintiún flashes: El yo, La paradoja, La verdad, El amor, La soledad, El valor cívico, El trabajo, La evolución, La mística, La muerte, La libertad, El juego, La lógica, El tiempo, La igualdad, La información, El viaje, La guerra, La risa, El lenguaje y La filosofía.

No le falta humor a Moser (ser o moser, con perdón), y se desprende del tono de engolamiento y seriedad excesiva que muchas veces empapan este tipo de obras, de modo y manera que lo mismo nos cuenta algunas escenas familiares, que algunos encuentros personales, conversaciones escuchadas al pasar, entreverándolas con cuentos ocurrentes, con historias no menos interesantes, chistes, películas o videojuegos, que le van sirviendo para desplegar su mirada sobre los asuntos nombrados… me atrevería a decir que, en cierto sentido, estamos cerca de la pop-filosofía de la que hablase Gilles Deleuze. Lo recién afirmado no quita para que puntuales citas y referencias, a modo de cameos, de filósofos y escritores irrumpan por las páginas: Rousseau, Aristóteles, Tolstói, Kant, Pascal, Heráclito, Epicteto, Sócrates, Platón, Wittgenstein, Skinner, Freud, Marx, Nietzsche, etc. sirviéndose de tales compañías en su travesía; hilando con ellos y con su anécdotas e historias una red, o tela de araña, en la que confluyen además de filosofía, psicología, entomología, etología, mitología, etimologías… en un amplio abanico que no deja tiempo para el tedio, ni para los tiempos muertos. Ha de añadirse que al final de cada entrada se recomienda, alguna obra relacionada con el tema tratado, para seguir leyendo, y la verdad es que, en lo que alcanzo, las recomendaciones son realmente certeras.

El entretenido rastreo sirve bien para reflexionar con el autor sobre los temas planteados, si bien no es desdeñable la recomendación de Arthur Schopenhauer: «…las ideas puestas por escrito no son más que huellas que un paseante deja en la arena: uno puede ver el camino que ha tomado, pero para saber lo que él ha visto a lo largo del camino, ha de usar sus propios ojos».

Siguiendo las derivas del libro, que cumple, sin caer en tópico alguno, lo de enseñar deleitando, las rumias y el paladeo están servidos en asuntos que tocan el corazón de lo humano, de lo demasiado humano, abriendo de par en par las puertas de la reflexión.

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( * ) Aun a riesgo de abusar, me permito nombrar algunas de las obras dedicadas al acercamiento o a la presentación de la filosofía a la que aludía; conste que a pesar de la amplia lista, es seguro que me quedo corto a la hora de dar cuenta de la magnitud de la tragedia: las primeras dan cuenta de historias, diccionarios o manuales

Bréhier, Severino, Abbagnano, Hirschberger, Ferrater Mora, Copleston, la historia de La Pléyade dirigida por Yvan Delaval, Hottois, Cooper, Huissman, la historia de la Encyclopaedia Universalis, Bermudo, Delacampagne, Besnier, Christian Descamps, Descombes, la dirigida por François Châtelet, Störig, la de Miguel Ángel Quintanilla, Ferrater Mora, Jacobo Muñoz, Jesús Mosterín, Gustavo Bueno, D.J.O´Connor, Giovanni Reale y Darío Antiseri, Gilles Ménage… la Enciclopedia de filosofía- Oxford, le Vocabulaire de Barbara Cassin, Jacqueline Russ, Lalande, Michel Onfray,…

Libros titulados Qué es la filosofía o similares

Albert Jacquard, Víctor Gómez Pin, Xavier Rubert de Ventós, Carlos Thiebaut, Javier Sádaba, Kambouchner, Jean-Pierre Faye, Jenny Teichman y Catherine C. Evans, Roger Pol-Droit, Comte-Sponville, Bertrand Russell, Michel Gourinat, Ortega y Gasset, Martin Heidegger, Maurice Merleau-Ponty, Jean-François Lyotard, Gilles Deleuze et Félix Guattari, Jean-Luc Nancy, Pierre Hadot, Stephan Körner, François Dagognet, Juan Pedro García del Campo y Manuel Montalbán García, Emilio Lledó, Christian Delacampagne y Robert Maggiori, Karl Jaspers, Miguel Ángel Quintanilla, Jeanne Hersch, Martin Hollis, Michel Onfray, Dominique Janicaud, Kasimires Ajdukiwicz, José Echeverría, Felipe Martínez Marzoa, Dave Robinson y Judy Groves, Alain, Manuel Güell y Joseph Muñoz, Julián Marías, Antonio Millán Puelles, Neil Turnbull, Ricardo Yepes Stork, Danto, Thomas Ángel, Denis Huissman, Nigel Warburton, Jacques Schlanger, Anzenbacher, Alain Renaut, Darío Sztanjnszrajber, J.M.Bochénski, etc., etc., etc..

[No me tomo el trabajo de ponerlos en orden alfabético, ya que así casa mejor con el desorden proverbial de mi selva de libros].

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