HUMANOS SUPERFLUOS

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Por Iñaki Urdanibia.

Una obra que da una cumplida panorámica de la situación de los refugiados que llegan o tratan de hacerlo al Viejo Continente.

Hablaba Hannah Arendt de la humain superfluity, como tentativa del sistema totalitario por decidir, organizar y construir un mundo común, descartando de él a quienes consideraba superfluos, infrahumanos, etc. Si la pensadora se refería al fenómeno de deshumanización, aniquilación, reducción a nada, organizado por el totalitarismo, en el presente – a pesar de las pomposas proclamas democráticas y derechohumanistas – se pueden constatar en la práctica comportamientos similares; no está de más recordar el homo sacer estudiado por Giorgio Agamben, con los cuales el soberano podía hacer lo que le viniese en gana, al ver los campos de internamiento en los que la individualidad de los encerrados se pierde en un anonimato y una falta de derechos que les convierte en invisibles, en una especie de fuera del mundo, en un non man´s land… que se inicia desde la partida de los lugares de origen y continúa en el intento muchas veces fallido de sortear todo tipo de asesinas verjas e infranqueables muros: el del desierto, el marítimo, convertido en gigantesco cementerio, el de los campos de internamiento, que se complementan con los muros legales y políticos, que programan las detenciones y sumarias expulsiones. Cadáveres vivientes, fuera de cualquier ley, que históricamente fueron el preámbulo de la liquidación pura y dura, como no se cansaron de señalar Hannah Arendt o Primo Levi, entre otros.

La repetición, un día sí y otro también, de escenas de africanos llegando en embarcaciones imposibles a las costas europeas, o los cadáveres amontonados en las playas del Viejo Continente, sirven de anestesia o de insensibilización ante la magnitud de la tragedia, tragedia que no es un fenómeno de la naturaleza, sino que los responsables tienen nombres y apellidos, y o cómo los que fallecen o llegan exhaustos que son seres anónimos, de los que los únicos que pueden acordarse de ellos son sus familiares que dejaron en sus lugares de origen… No está de más que alguien nos recuerde , de vez en cuando, el estado de la cuestión, no quedándose en las desgraciadas escenas sino tratando de explicar las causas del desastre y las posibles salidas al mortífero impasse. Es el caso de Miguel Urbán y Gonzalo Donaire, quienes en su «Disparen a los refugiados. La construcción de la Europa Fortaleza», recién publicado por Icaria, echan una amplia mirada sobre la cuestión.

La intención de los autores queda clara desde las líneas introductorias: frente a la falaz visión que se nos vende por los medios de comunicación, desvelar la realidad de los hechos ofreciendo nuevas miradas, nuevas dimensiones que escapen de los debates viciados y escorados por el karaoke dominante.

Así, tras las aclaraciones iniciales, de tipo conceptual, terminológico, se pasa a distinguir las nociones de “refugiados políticos” y “migrantes económicos” y los intentos de quienes consagran netamente tal distinción para negar derechos fundamentales como el de asilo; el recurso a cifras no falta, mostrando estas que en el cómputo total de migraciones el alarmismo que se vocea, apoyado con contiguas imágenes, con respecto a la invasión, y a la imposibilidad de aceptar tan masiva llegada de migrantes, son absolutamente tramposo. Los recortes de admisión de la gente que viene de fuera, la militarización de ambas orillas del mare nostrum, las expulsiones y las medidas de encierro que con los que llegan se emplean, ponen en solfa los tan manidos derechos humanos, y Europa como el nido, y custodio, de ellos, con lo que se puede llegar a la conclusión de que la “crisis de los refugiados” lo que de hecho es la crisis de la idea de Europa.

Este naufragio queda claro con la xenofobia creciente que no solo afecta a los llamados populismos de derecha, sino que florece en las propias medidas legislativas que ponen en pie los gobiernos y las instituciones internacionales. El repaso no obvia el terreno económico, mostrando cómo existe un verdadero negocio en torno a los movimientos migratorios en marcha, negocio que no solo beneficia a los traficantes, organizados en mafias, de seres humanos sino también en la industria de seguridad, tanto pública como privada, que se amplía a ojos vista; los números cantan y los autores no se privan de ofrecérnoslas.

El último bloque de los tres que componen la travesía exploratoria, diseña las alternativas que se proponen y los debates que hoy en día inundan los países europeos. Lucha de ideas que cobra más pertinencia si cabe con el ascenso de la fuerza de las organizaciones racistas de extrema derecha, que llaman a “disparar a los que vienen”, e incrementado por el Brexit. Las dificultades con que se enfrenta la llamada izquierda para hacer frente a las ideologías xenófobas, y hasta el contagio que afecta a algunos sectores de ella, y para promover políticas de solidaridad que se plasmen no solamente en las protestas contra las injusticias flagrantes que se cometen diariamente, sino que tiendan a imponerse en el derecho y la política.

El panorama que ofrece la obra es de gran interés, basándose no en bellas palabras sino en datos rigurosos, situándonos frente a los distintos rostros de la fortaleza europea, con sus vallas, sus concertinas, con sus alambradas y con las ignominiosas imágenes que, un día sí y otro también, tenemos la ocasión de contemplar en un desfile de seres harapientos que tratan de sobrevivir con sus escasos bártulos, cargando con sus hijos , en una imposible huida del hambre, del frío y la enfermedad.

Ante este espectáculo, más propio sería cambiar el alegre himno europeo (con la majestuosa música de Beethoven y las esperanzadoras palabras de Schiller), por una más adecuada banda sonora ante la falta de humanidad… los réquiem entre los que elegir no faltan: Mozart, Verdi, Berlioz, Brahms, Fauré, Britten o unos cuantos más…que bien podrían servir en consonancia con la realidad y no con las pías jaculatorias.

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