WALTER BENJAMIN, ALGUNOS ARTÍCULOS PUBLICADOS (Y III)

Por Iñaki Urdanibia

+ Walter Benjamin

Historias y relatos

Península, 2000

Datos

Fecha y lugar de nacimiento: 15 de julio de 1892 en Berlín

Profesión: filósofo, crítico literario, ensayista, periodista, coleccionista…

Obras: El origen del drama barrocoLa obra de arte en la época de su reproductibilidad técnicaInfancia berlinesaDirección únicaTesis sobre la historia

Fecha y lugar de fallecimiento: 26 de setiembre de 1940, pone fin a sus días ingiriendo morfina, en Port-Bou.

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Cualquiera que se haya asomado a otros textos narrativos – quizá más célebres- de este ser saturniano (tal y como le calificase Susan Sontang, para dar a entender su carácter melancólico y triste)se habrá visto tocado por la calidad literaria de la escritura de sus piezas radiofónicas ( Christian Bourgois Ed., 1987), su Infancia en Berlín hacia 1900 (Alfaguara, 1982) o Dirección única (Alfaguara, 1987). En la presente ocasión nos las habemos con casi una veintena de cortos relatos en los que además de la calidad ya mentada, pueden destacarse otras características que hacen que se pueda ver al Benjamin, homo scriptor, en plena faena, completamente entregado al oficio de narrar. Los rasgos de los que hablo son que, por una parte, no tienen ningún carácter autobiográfico – aunque se puedan adivinar para quien conozca la vida y las tendencias benjaminianas -, aunque es claro que los textos se pueden y quizá hasta se deban leer con absoluta independencia a estos dos aspectos señalados como los textos antes nombrados, y por otra, no hay reflexiones explícitas sobre la escritura, es decir, no hay ningún ejercicio de meta-escritura que sí que la hay, y a montones, en las obras arriba nombradas. Aquí Benjamin pone en práctica sus nociones sobre lo que ha ser una narración mas no como crítico, ni como especialista, sino como verdadero escritor, como auténtico narrador. Lo dicho no quita para que en los textos presentados puede observarse, como no podía ser de otro modo, que se cumplen con absoluto rigor las características que Benjamin exigía a este género literario, al igual que como ha quedado dicho algunas constantes del propio sujeto llamado Benjamin. A pesar de no cumplir – quizá para fortuna del lector – algunas de las indicaciones hechas por él, en aquella misma época en un exquisito texto sobre Goethe: «si escribo un alemán mejor que el de la mayor parte de los escritores de mi generación, es debido en gran parte al respeto, durante más de veinte años, de una única pequeña regla. Consiste en no utilizar jamás la palabra «yo” a no ser en las cartas» (y en los cuentos podría añadirse). Usa la primera persona, el narrador que se muestra en inagotable flâneur, en observador minucioso de los que le rodea, y que en su utilización de la primera persona deja ver las tendencias coleccionistas y bibliófilas del propio autor, su carácter lector en las abundantes referencias a obras y autores del mundo cultural de su época. Hace bueno en estos textos aquello que dijese: la mejor manera de adquirir libros es escribirlos. Y lo hace obedeciendo a uno de sus personajes cuando dice que «¡hay que tener buena mano!».

Estos textos, escritos entre 1928 y 1935, pertenecen a una época en la que Benjamin estaba preocupado por la crisis de la narración y su retroceso frente a otros registros de la escritura, explicativa y analítica, periodística o novelesca, como lo dejase clarificado en un brillante ensayo de la época. El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov (Planeta, 1986).

Lo esencial en este empeño benjaminiano por la perduración de este género va a ser convertir en consustancial a sus relatos su carácter fragmentario, por momentos, e inacabado, lugar que se presta al lector para – que ejerciendo su propio ejercicio de libertad – realice su propio trabajo, al fin y al cabo todo comienza cuando se acaba el relato. En esta prosa convertida por momentos en «la patria de la duda» no hay ninguna forma de prédica o lección, sino búsqueda de la distancia que el escritor contagia al lector tendiendo puentes y pasajes. Benjamin, regenerador de los medios de expresión de la época, narrador provisional, problemático, aislado, solitario… como el propio sujeto de la modernidad, como el propio Benjamin que «se dirige al lector a quien tiene cautivo» con sus historias escuchadas en la mar, entre los cactus y el hachís… allá por tierras insulares mediterráneas.

Un pensador en tránsito

Son significativas las propias palabras de este pensador viajero: «era lo que hacíamos, cambiar de país más a menudo que de zapatos…». Todo esto, además de pura realidad, puede ser también una metafórica manera de comprender el quehacer benjaminiano. Su obra es un continuo espigar de fragmentos, un pasaje – ensayando puentes – entre visiones del mundo (marxismo / judaísmo), es una travesía del pensamiento que es consciente de sus límites y trata de hallar los caminos de la emancipación del sentido.

Berlín, Fribourg-en-Brisgau, Munich, Berna, Capri, Moscú, París, Ibiza, Niza, Dinamarca, campo de Clos-Saint-Joseph-en-Nevers-, París de vuelta, Lourdes, Marsella, Pirineos, Port Bou. Esa fue la trayectoria viajera en los que se refiere a la geografía. Su sendero sinuoso en el campo de pensamiento fue la de esclarecer los hitos para una crítica revolucionaria de la cultura, en lucha permanente contra la barbarie fascista. Para ello, se sumerge en el estudio de los pasos fundacionales de la modernidad, tratando de poner en pie una «arqueología de la modernidad»… Viaje incesante por los grandes nombres (y por desconocidos autores también) de la literatura: Goethe, Proust, Valéry, Gide, Kafka, Baudelaire, Brecht… más numerosas son las referencias a libros, a autores que las numerosos cambios de domicilio ( más de quince, que desde luego no son pocos) en fuga permanente.

No es fácil la vida para un bibliófilo errante: embalar y desembalar la biblioteca (que tanto ha costado poner en pie con adquisiciones en librerías al uso, en librerías de viejo, más si como era el caso se es amante de libros singulares: infantiles, de enfermos mentales, abecedarios, iconográficos…), libros caros, libros leídos o dejados a medio leer… biblioteca mil veces abandonada, perdida, despojada, …Sin tierra, sin público, sin firma, Benjamin convirtió su espíritu coleccionista en acto de supervivencia y resistencia política.

El pequeño cheposo

+ Walter Benjamin

La dialéctica en suspenso

Universidad Arcis y LOM Ediciones, 2007.

183 págs. / 15€.

+ Ami Bouganim

Walter Benjamin. Le rêve de vivre

Albin Michel, 2007.

267 págs. / 18€.

El singular pensador y crítico alemán Walter Benjamin flipaba desde pequeño con un personaje de un cuento infantil alemán: el que da título al presente comentario. Tal personaje era el clásico cenizo que originaba las situaciones más inesperadas y adversas, al tiempo que se reía de los males provocados, etc. Pues bien, el berlinés se sintió siempre acompañado por tal personaje que le enredaba la vida y le ponía las cosas cuesta arriba casi siempre, hasta la muerte que le llegó en Port Bou tras una cuesta abajo, hacia el sur, de los Pirineos, cuando tomó su dosis de morfina para escapar de la amenaza que los policías franquistas le hicieron, todo parece que con el fin de sacarle la pasta, de entregarle a sus perseguidores nazis. Fin bastante gafe, aguafiestas como toda su existencia, de ese ser nacido bajo el signo melancólico de Saturno que dijese Susan Sontag

Desde su infancia berlinesa hasta su fin, la vida del autor del que hablo, estuvo acompañada de una irritabilidad constante, de una notoria melancolía, y tampoco estuvieron ausentes el descontento y el desconcierto en nuestro hombre: un ojo en Berlín, el otro en París, o en Palestina o en Moscú, o en Ibiza… siempre alejado del encorsetamiento académico (presentó una tesis de habilitación para la enseñanza que no le sirvió para entrar a la universidad), y en continua diseminación pues todo trataba de abarcarlo aquel hombre nacido en el XIX, que trataba de dar cuenta del XX y como un arqueólogo intentaba escarbar en los movimientos, objetos y en los autores de la época: Baudelaire, Brecht, Kafka, Proust, surrealismo, comunismo, judaísmo, la historia, los pasajes parisinos como muestra de la ciudad moderna, y él, paseando como el flâneur baudeleriano, intentaba hallar en signos – que para otros pasarían inadvertidos o serían tratados de insignificantes – objetuales, los pasos por los que avanzaba la modernidad ascendente. En aquellos tiempos sombríos tras la primera guerra y anunciando el incendio de la segunda (véanse sus análisis del ángel de Klee y otros ángeles que miraban para atrás aterrorizados y nostálgicos ya que mirar hacia adelante parece no deseable ante las ruinas que amenazaban partout) Benjamin, como un clochard, busca en las poubelles de las bibliotecas – en la de París trabó amistad con el bibliotecario Georges Bataille – materiales para saciar su ansia de tomar el pulso a su tiempo, sin cortarse ante nada pero huyendo de la pretensión de sistema como tarea inabarcable e imprecisa para dar cuenta de la pluralidad derivante por la que avanzaban aquellos movidos e innovadores tiempos. No sabía muy bien lo que buscaba, pero no se arredraba a la hora de meter la mano en aquellas ordures, para las mentes serias y biempensantes, que para él sin embargo eran joyas, o sino, cual rey Midas las convertía él, con sus sagaz mirada en oro.

No es de extrañar así que tratar de encasillar al autor en unos intentos explicativos sistemáticos y acabados sea traicionar el espíritu mismo de su quehacer, del mismo modo que nadie ha de extrañarse de que se oiga hablar de este rizomático pensador de lo inacabado tanto en congresos de historia, como de arte (barroco, romanticismo y en muchos de los dedicados a autores y temas antes nombrados), como de drogas, de arquitectura, de bohemia, de política, de mesianismo sin mesías, de judaísmo, o… de lo que sea. De todo escribió y nada concluyó, pero sus incursiones intempestivas e inesperadas por distintos – y dispares – campos hizo de él un dinamizador de pensadores posteriores: desde Adorno hasta los movimientos más experimentales y vanguardistas de la actualidad.

Vida y pensamiento

Un periodista y filósofo francés, absolutamente respetuoso con el espíritu fragmentario del autor al que se arrima, entrega un sugerente y medido retrato de Benjamin, entrelazando su vida con el pensamiento en constante movimiento y desplazamiento, y siempre entregado a sus afanes coleccionistas. Sin lugar a dudas, si en algún autor se puede (se debe) unir vida y obra es en la de este ser que en la medida que establecía amistades se dejaba arrastrar hacia Moscú (por una amiga marxista, la letona Asja Lacis, y luego por Bertold Brecht o André Gide), Palestina (el estudioso de la kabala, Gerard Scholem), o a las islas baleares a descansar en la pobreza y ensoñarse fumando opio y hachish… o su fracasado proyecto de cruzar el charco para juntarse con los frankfurtianos Adorno y Horkheimer.

Filosofía de la historia

Precisamente ya es un lugar común narrar su paso de la frontera, todo vestido de negro, con la respiración entrecortada y con un inseparable maletín que no soltaba ni a sol ni a sombra, como lo explicase su mugalari, Lisa Fittko. En tal maletín – de cuyo paradero nunca se ha sabido- se cuenta que llevaba-guardado como oro en paño – un ejemplar para Adorno de sus célebres «Tesis sobre la filosofía de la historia». Pues bien, en el el libro traducido, anotado y presentado con tino por Pablo Oyarzún Robles, se entrega este texto fundamental junto a otros que sirvieron como apuntes previos para su elaboración. También se presentan algunas anotaciones y citas – palabras del pasado que interfieren en el presente – que iban a formar parte de su inacabado Libro de los pasajes parisinos, que bien sirven para dar cuenta de los aspectos metodológicos y epistemológicos de la empresa benjaminiana.


El desencanto del arte (publicado en catalán en la revista gerundense, hoy desaparecida, Papers)

+ Walter Benjamin

Sobre la fotografía

Pre-Textos, Valencia, 2007.

155 págs. / 11 €.

El sagaz pensador que nació bajo el signo de Saturno-como señalaba Susan Sontag- atravesaría la frontera franco-hispana con su traje negro y con su inseparable maletín -según contaba quien le ayudó a pasar la frontera, Lisa Fittko – haciendo frecuentes paradas de descanso,y acabaría por poner fin a sus días en una pensión de Port-Bou al temer que los policías franquistas le entregaran a los alemanes; y estoy hablando de Walter Benjamin un observador sin par del fragmento; que hallaba signos relevantes de la modernidad en objetos (coleccionista incansable de los más variopintos cachivaches), pasajes (en especial parisinos), textos que para otros podían resultar casi insignificantes.

Ahora, la valenciana Pre-Textos saca a la luz una recopilación de textos cuyo denominador común queda claro desde el mismo título del libro: «Sobre la fotografía»; ensayos y artículos traducidos con exactitud y brillantez por José Muñoz Millanes. En los trece trabajos reunidos, este arqueólogo de la modernidad dirige su lúcida y luminosa mirada al blanco y al negro (como el pianista que combina las distintas teclas), a la luz que modela la oscuridad, a las innovaciones técnicas, que juegan con el tiempo de exposición del objetivo para que la escena reproducida se alimente de luz; novedades técnicas que van a desplazar algunas actividades artísticas que dominaban hasta entonces.

Con una puntillosidad propia del más hábil de los orfebres, Benjamin se detiene en distintos aspectos de la técnica fotográfica en sus primeros pasos. Para ello observa distintas fotos de los precursores de tal actividad, los primeros daguerrotipos. En ellos analiza el modo de posado de los modelos; el escenario en el que se realizan las instantáneas; los objetos de apoyo para lograr la quietud de los modelos ante el mucho tiempo que tenían que permanecer en la misma postura; los distintos decorados que habían de servir de acompañamiento a los personajes retratados; y, muy especialmente, observa las miradas de los personajes, que tienen una labor -según señala- cercana a la de la medicina y del mismo psicoanálisis, pues provocan en el espectador una capacidad de ir más al fondo y penetrar más allá de la imagen llana del rostro llegando hasta la propia mente del ser representado.

La pluralidad de textos presentados acompaña a la pluralidad de los enfoques planteados, y a los detalles que dan pie al autor para emprender los análisis de los distintos aspectos relacionados con el surgimiento de la nueva técnica, que siguiendo el esquema marxista viene a suponer que los cambios en las fuerzas productivas van a venir a provocar unos cambios en aspectos superestructurales, haciendo que la representación artística se vea conmovida en su papel habitual. Así, a modo de ejemplo de esta diversidad que señalo, se puede ver su conversación con una librera «rústica» de una exquisita librería parisina en la que pone el acento en la importancia del empequeñecimiento del objeto de arte, de las pinturas, esculturas o construcciones arquitectónicas, por medio de la fotografía, para resaltar la belleza de lo observado; o sus comentarios a unas fotos que reproducen plantas en sus más nimios detalles, haciendo que el engrandecimiento convierta lo prácticamente inobservable por su tamaño micro en objeto analógico de distintos símbolos y objetos: míticos y/o fisiológicos.

Entre los textos presentados cabe destacar un par de ellos (o tres) en los que se encuentra expuesta una de las conceptualizaciones más celebradas del autor de una tesis sobre el «Concepto de crítica del arte en el Romanticismo alemán», me refiero a la idea de aura, que viene a ser lo propio del arte tradicional y que cede ante la aparición de los nuevos medios de reproductibilidad. En «Pequeña historia de la fotografía» formula por primera vez este concepto que va a ser esencial en su concepción estética, y lo hace deteniéndose en un retrato de Kafka de niño, y en discusión abierta con el surrealismo, y la «liquidación del aura» que éste opera en la fotografía («¿ qué es propiamente el aura? Una trama muy especial de espacio y tiempo: la irrepetible aparición de una lejanía, por cerca que pueda encontrarse»). En un texto – presentado en el libro de manera fragmentaria, pero impecable – «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica», y que se publicó originalmente cuatro años más tarde que el anterior, Benjamin centra más su mirada en los fundamentos religiosos del arte, que guían la experiencia estética tradicional, contemplativa y fetichista; postura que se inspira en las tesis weberianas de la desacralización. Estos textos claves dejan ver a las claras que el origen del concepto que indico viene de la mano no de una reflexión general sobre al arte sino sobre el papel que juega el surgimiento de la fotografía. Unos años más tarde, en su ultimo ensayo sobre Baudelaire («Sobre algunos temas de Baudelaires»), modificará todavía su teoría, «la manera alegórica de ver las cosas reposa siempre sobre una realidad desvalorizada. La desvalorización específica del mundo de las cosas propia a la mercancía es el fundamento de la intención alegórica en Baudelaire…».

Y como es hábito en Benjamin avanzaremos – a modo de incansables flâneurs – por las calles de París, y nos introducirá por los recovecos de la obra de Kafka, además de aclararnos la tesis de la fotógrafa Gisèle Freund – quien por cierto realizó un retrato célebre al propio Benjamin – que tan cercanas resultan a las suyas en lo que hace a la interpretación materialista, nos conducirá por los retratos ovalados de color sepia, por los debates con las vanguardias… y asistiremos a sus cavilaciones sobre la depreciación del mundo de las cosas, la inauguración de una estética de choque…el desencanto del arte.

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W. Benjamin, mesianismo libertario – Kaos en la red ( 12 de setiembre de 2012)

La constelación Baudelaire | Kultura | GARA Euskal Herriko egunkaria ( 23 de marzo de 2014)

75 años del adiós de Walter Benjamin – Kaos en la red( 24 de marzo de 2015)

A la sombra de Walter Benjamin – Kaos en la red ( 13 de mayo de 2016

¿ Mesianismo ha dicho? – Kaos en la red ( 6 de setiembre de 2016)

Walter Benjamin en Ibiza – Kaos en la red (17 de diciembre de 2017)

Fue en Portbou – Kaos en la red (18 octubre de 2018)

Los hermanos Benjamin, y… – Kaos en la red ( 14 de julio de 2020)

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