PICO SOUM DE RAMOND (PIRINEO ARAGONÉS)

Texto y fotos de Salvador González Escovar.

El Pico Soum de Ramond forma parte de los Tres Sorores, junto al Monte Perdido y al Cilindro de Marboré, configurando el macizo calcáreo más elevado de Europa, y coronando además el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Con una altura de 3.254 m.s.n.m., el Soum de Ramond es el más bajo de esos tres picos hermanados, auténticos señores geológicos de los cielos de Ordesa.

Para subir al Soum de Ramond se puede empezar en el fondo del Valle de Pineta, concretamente en el km. 12 de la carretera que lleva al parador, donde una señal indicativa del sendero de gran recorrido pirenaico (GR 11) indica el inclinado y vertiginoso ascenso hasta el Collado del Añisclo en unas 4 horas de subida, aprovechando los andenes laterales y en la mayor parte, en marcados zig-zags, salvando 1.200 metros de desnivel, tramo que ya nos regala espectaculares panorámicas de la alargada depresión que va quedando debajo, de los Llanos de La Larri, y del Pico de Pineta, coronando la cabecera del valle, y de la Peña Blanca, Robiñera y La Munia sobre la vertiente norte del Valle de Pineta.

El Río Cinca, que nace del Ibón de Marboré, enclavado sobre el Balcón de Pineta, lago que a su vez se nutre del deshielo del cada vez más exiguo glaciar de la cara norte del Monte Perdido, discurre en sus primeros kilómetros hacia el sureste formando ese dilatado valle, de clara fisionomía glaciar con su perfil en forma de «U» y fondo más bien llano. La sorprendente magnitud del paisaje que lo rodea es debida a los murallones orientados al norte: los Tres Sorores, las Tres Marías y la Sierra de Las Sucas, montañas que rondan los 3.000 m. de altitud sobre el nivel del mar, descendiendo vertiginosamente dichas laderas hasta el fondo del valle, cauce cuya altura oscila entre los 1.100 y 1.300 m.s.n.m.

Este valle no solo es soberbio en cuanto a la magnitud paisajística que nos envuelve, también en cuanto a su fauna y flora; aquí se refugian aves como el quebrantahuesos, el mochuelo boreal, el águila real, el buitre leonado, el urogallo o la perdiz nival.

Los bosques de pinos y abetos de la entrada del valle dan paso a los hayedos al acercarnos al Circo de Pineta, bosques que son sustituidos a mayor altura en las paredes del valle por prados y matorrales alpinos.

Al llegar al Collado de Añisclo (2.440 m.s.n.m,) observamos el largo Cañón del Añisclo que se enfila hacia el sur, formado por la erosión del Río Bellós, horadando y disolviendo lentamente las rocas calizas cretácicas del Macizo del Monte Perdido. La existencia de grietas y fracturas también contribuyó a configurar este espectacular desfiladero, dando lugar a surgencias o nacientes de agua como la Fuen Blanca, formando una bella cascada en la pared oeste del cañón.

La cabecera del Cañón del Añisclo muestra un perfil típico en forma de «U» y bastante abierto, característico, al igual que los valles de Ordesa y Pineta, de la erosión glaciar, mientras que aguas abajo su curso se encajona, aproximándose los verticales cortados laterales, repletos de vegetación, ya que el principal agente erosivo que le dio forma en el tramo medio fue el agua en estado líquido.

El Collado del Añisclo se percibe desde la vertiente de Pineta como una muesca no muy profunda en la cresta divisoria que separa el Cañón del Añisclo del Valle de Pineta, y localizada entre las montañas de La Suca y Punta de Las Olas.

Desde el collado seguimos subiendo en dirección a Punta de Las Olas continuando un corto tramo más por el GR 11; luego abandonamos esa senda pirenaica y nuestro camino a seguir se separa de la vertiente de Pineta, tuerce ligeramente al sur aproximándose a la del Añisclo por lo que las panorámicas aéreas sobre ese cañón resultan más impresionantes a cada paso que damos. Subiendo al pie de alguna que otra pared y por desérticas y grisáceas pedreras calizas llegamos a la cima de la redondeada Punta de Las Olas (3.002 m.s.n.m.), una de las moles rocosas que rodean la cabecera del Cañón del Añisclo por el oeste.

Como toda montaña importante que se sube el horizonte visual se expande en todas direcciones; además del paisaje disfrutado y comentado anteriormente, desde la cima de esa montaña la mirada encuentra nuestro objetivo en dirección noroeste, el Soum de Ramond, adivinándose bajo ese pico la Torre de Góriz y los cortados superiores y las lomas, como Tobacor y Sierra Custodia, que coronan respectivamente ambas paredes del Valle de Ordesa.

El Valle de Ordesa se va abriendo cada vez más a nuestros pies, conforme nos aproximamos a su cabecera, contemplándolo desde lo alto, pero quedando parcialmente oculto debido a la curva hacia el oeste que describe el curso del valle.

Desde Punta de Las Olas seguimos cresteando y subiendo hacia el noroeste, acercándonos también paulatinamente a la cabecera y Balcón del Valle de Pineta, admirando de paso las recortadas siluetas del Pico Pineta y divisando el Ibón de Marboré cerca de la prolongada cresta que asciende hasta los Picos Astazus. A menos distancia que el Balcón de Pineta, los Picos de Baudrimont y la Espalda de Esparets sobresalen bajo la empinada vertiente norte del Soum de Ramond.

Por fin alcanzamos la cumbre del Pico Soum de Ramond (3.254 m.s.n.m.). No es la cumbre más alta que corono en estas montañas pirenaicas ni siquiera la más alta del parque nacional, pero el panorama es insuperable, abarcando el prepirineo, todo el pirineo aragonés y parte del francés; es como estar flotando en el escenario de los sueños, sueños que han sido cumplidos después de salvar un desnivel de unos 2.000 metros y de una larga jornada montañera; se nota como la mente se abre, se vacía y se vuelve a llenar con lo mucho que me trasmite el paisaje y del recuerdo de los momentos inolvidables vividos rumbo a una cumbre.

No se si alguna vez he experimentado lo que llaman el Nirvana o el éxtasis vital, pero este estado de euforia, de exaltación de los sentidos y de felicidad debe ser algo parecido. Es el climax total logrado a través de la plenitud de la mirada, captando la cautivadora esencia que ofrece este lugar. El mundo se ve diferente desde lo alto de una montaña, sin apenas obstáculos que se interpongan entre las alucinadas retinas y los lejanos horizontes 360º a la redonda. De igual manera, el abismo a nuestros pies atenaza los sentidos y pensamientos, haciéndolos viajar en un desplome virtual igual de fugaz que placentero.

Las sensaciones y emociones vuelan tanto como la mirada en cualquier dirección, respirando y percibiendo el aire leve de las cumbres, aquel que hace flotar la insignificante existencia humana sobre un mar de montañas donde imperan la soledad y el silencio solo roto por el viento.

Al sur y sureste el Valle de Ordesa y el Cañón del Añisclo se divisan desde aquí como sendas profundas cicatrices en la corteza terrestre, aunque el Cañón del Añisclo presenta un perfil más accidentado y retorcido, con algunos barrancos tributarios que desembocan en él, mientras el Valle de Ordesa es más uniforme y se curva hacia el oeste al perder altura.

Los escarpes de Mondoto y Sestrales, elevados a cada lado del Cañón del Añisclo, forman la puerta de entrada a la zona más espectacular del tajo, y al sureste de ellos se distinguen en orden de lejanía las elevaciones del Castillo Mayor, Peña Montañesa y el Macizo de Cotiella.

Al oeste, el Monte Perdido, la majestad montañosa suprema del parque nacional, supera esta cima por tan solo unos 100 metros de altura. En esa misma dirección el Pico Tayllón despunta cerca del extremo de este maravilloso cresterío, en una buena parte fronterizo entre Francia y España, detrás de la Torre y del Casco de Marboré. Aún más al oeste asoman, entre otras montañas, la Sierra Tendereña, Peña Telera y la singular Collarada, guardando el Valle de Tena por ambas vertientes.

También fuera de los límites del parque nacional, en el pirineo francés, los picos del Vignemale, Neouville, Pic Long, Kampbieil, Ardidden y Midi de Bigorre, atraen la vista al igual que otras distinguibles pero lejanas cimas.

Al este, siguiendo con la mirada la cresta que parcialmente hemos seguido hasta aquí, la Punta de Las Olas, La Suca y las Tres Marías se alzan sobre la vertiente sur del hondo y alargado Valle de Pineta, mientras el Llano de La Larri y el circo que culmina en los escarpes de La Munia y otros picos adyacentes como Robiñera, Peña Blanca, Sierra Morena y Picos de Tromouse lo encierran por el norte.

Más allá de los dominios de ese valle, el Posets supera por una veintena de metros la altura del Monte Perdido, y aún más lejos el Perdiguero y por último el Aneto despuntan como otros señores de las alturas, y estoy encantado y alucinado de avistarlos desde tan lejos.

Mirando al norte, el parcialmente helado Ibón de Marboré demanda mi atención asentándose a poca distancia del Balcón de Pineta, en el altiplano existente entre el empinado glaciar de la cara norte del Monte Perdido y la cresta que asciende hasta los Picos de Astazu, haciéndome recordar otra ruta por mi favorito parque nacional de territorio español.

Lo bueno de subir montañas es que te permite viajar tanto en el espacio como en el tiempo, reconociendo montañas y recordando otras ascensiones, cada una de las cuales ha conquistado una importante fracción de mi vida.

Desde el Soum de Ramond se puede descender por terreno algo inestable y corredizo hasta los Picos de Baudrimont, de algo más de 3.000 m.s.n.m., unos estilizados escarpes alzados directamente sobre la cabecera sur del Valle de Pineta, ofreciendo vistas vertiginosas sobre esa depresión y del zigzagueante sendero que asciende desde el fondo del valle hasta el Balcón de Pineta.

Visto desde arriba, el Río Cinca, después de precipitarse en numerosas cascadas a través del Circo de Pineta, parece una serpenteante arteria gris a medida que avanza entre los bosques del fondo de ese rectilíneo y largo valle.

Desde los Picos de Baudrimont, para no volver por el mismo sendero al Soum de Ramond, encontramos salida siguiendo dirección sureste por la vertiente de Pineta hasta enlazar con el GR 11 en un punto situado más o menos a mitad de camino entre Punta de Las Olas y el Collado del Añisclo, describiendo de esta manera un circuito montañero, altivo, aéreo y muy vertiginoso por estas cumbres que acarician el cielo pirenaico, admirando el paraíso terrenal que forman las montañas en el que uno se siente afortunado, libre y plenamente vivo.

Esta entrada fue publicada en ARAGÓN, LOS PIRINEOS, PIRINEO ARAGONÉS, SALVADOR GONZALEZ ESCOVAR. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario